Contaminantes en el medio ambiente: de 30 a 40 años tras la prohibición para llegar a niveles no dañinos

30 años de R+D CSIC

En las últimas tres décadas se han dado grandes pasos en la detección de diversos contaminantes en el medio ambiente y en los seres vivos. Se ha confirmado su acumulación en humanos y en animales (peces, delfines, ballenas, aves, tortugas marinas, entre otros), así como su distribución en la cadena alimentaria, y se estudian sus efectos.

Los PBDE, usados como retardantes de llama en productos como plásticos y espumas, se prohibieron en 2004. Sin embargo, más de 15 años después de su prohibición, no se han podido alcanzar los niveles seguros en el medio ambiente. En la imagen, un vertedero incontrolado (Wikipedia).

Entre las diferentes familias de compuestos contaminantes presentes en el medio ambiente, los que se conocen como contaminantes orgánicos persistentes (COP) son los que más preocupan por su acumulación en seres vivos. “Hace 30 años esta preocupación se centraba en las dioxinas, compuestos cancerígenos y muy tóxicos cuyas emisiones a la atmósfera eran incontroladas. Sin embargo, se tomaron medidas y podemos decir que a día de hoy esta problemática está más controlada”. indica Ethel Eljarrat, investigadora del Instituto de Diagnóstico Ambiental y Estudios del Agua del CSIC (IDAEA-CSIC). “No está a nivel cero, pero sí a niveles de no riesgo”. Ethel Eljarrat dirige el grupo de investigación Química ambiental y del agua para la salud humana.

Entre 30 y 40 años para llegar a niveles no dañinos

De la misma manera que con las dioxinas, otras medidas legislativas de los últimos años han ayudado a reducir la presencia de contaminantes orgánicos persistentes en el medio ambiente. Sin embargo, y debido a la gran persistencia de estos compuestos, es un proceso que requiere mucho tiempo, indica esta investigadora: “desde su prohibición, tienen que pasar entre 30 y 40 años para que los niveles de COP en ell medio ambiente dejen de ser dañinos”.

Por ejemplo, los PBDE (éteres bifenilos polibromados), usados como retardantes de llama en una gran cantidad de productos tales como plásticos y espumas, se prohibieron en 2004. Sin embargo, un estudio publicado en 2017 revelaba que las muestras tomadas en peces de ríos europeos tenían aun niveles de PBDE miles de veces por encima de los niveles recomendados por la normativa europea que debía empezar a cumplirse a finales del año 2021. Más de 15 años después de su prohibición, no se han podido alcanzar los niveles seguros.

“Desde su prohibición, tienen que pasar entre 30 y 40 años para que los niveles de COP en el medio ambiente dejen de ser dañinos”

Sucede lo mismo con los PCB (bifenilos policlorados), compuestos clorados con usos industriales varios (aislantes, plaguicidas, aditivos en pinturas…). Tóxicos y cancerígenos, se prohibió su uso en 1985. En años posteriores, seguían estando presentes en el medio ambiente.

En 2018, 33 años después, un estudio en Science revelaba que habían hallado altas concentraciones de PCB en los tejidos de orcas. El trabajo, liderado por la Aarhus University (Dinamarca), alertaba que los PCB amenazaban la viabilidad a largo plazo de más del 50% de las poblaciones de orcas en todo el mundo.

Ejemplar adulto de cigüeña. Imagen: Manuel Máñez / Estación Biológica de Doñana.

Dispersión en el medio ambiente y en los seres vivos

En las últimas décadas han aparecido numerosos estudios que confirman la acumulación de diferentes contaminantes en los seres vivos y su paso a la cadena alimentaria. Se han detectado contaminantes en organismos terrestres, en aves y en sus huevos, así como en organismos acuáticos, desde tortugas marinas y peces hasta mamíferos marinos (delfines y ballenas), entre otros.

En 2014, un estudio del CSIC demostraba la bioacumulación de PBDE en huevos de aves silvestres del Parque Natural de Doñana. Años más tarde, en 2017, un estudio del CSIC revelaba que la contaminación por insecticidas piretroides llega hasta los huevos de aves silvestres del Parque Natural de Doñana. Se ha documentado que estos contaminantes pueden tener efectos neurológicos, carcinógenos y sobre la reproducción.

En el caso de los PBDE, una familia de más de 200 compuestos con diferente grado de bromación, se asumía que los que podían acumularse en los organismos y ser más tóxicos eran los que tenían una molécula más pequeña (y por tanto, los menos bromados), ya que las moléculas más pequeñas podían penetrar mejor en las células. Y a su vez, se pensaba que aquellos PBDE con mayor grado de bromación, al ser moléculas más grandes no podían atravesar las células de los organismos, por lo que se consideraban menos tóxicos.

Sin embargo, en el año 2006, en el marco del proyecto europeo Aquaterra, con participación del CSIC, se demostró justo lo contrario: el decabromodifeniléter, el compuesto de PBDE cuya molécula es más grande, puede ser ingerida y puede entrar en la cadena alimentaria. “A raíz de este estudio y de otros similares, se optó por prohibir también las mezclas comerciales de PBDE basadas en el éter decabromo difenilo”, señala Ethel Eljarrat.

En 2015, se demostró que tanto los PBDE prohibidos como los de nueva generación, atraviesan la barrera hematoencefálica y se acumulan en el cerebro

Otra cuestión de gran relevancia cuando se habla de contaminantes acumulados en los seres vivos, es saber en qué tejidos y en qué órganos se acumulan estos compuestos tóxicos, apunta Eljarrat. Durante las últimas décadas se han llevado a cabo diversos estudios en este sentido. En 2015, un estudio internacional con delfines, demostró que tanto los PBDE prohibidos como los de nueva generación, atraviesan la barrera hematoencefálica y se acumulan en el cerebro. El trabajo planteaba muchas preguntas ¿Tienen efectos neurológicos? ¿Puede estar sucediendo lo mismo con los humanos?

Estudios en humanos

En humanos, se ha estudiado la presencia de contaminantes en placenta y en leche materna, así como su capacidad de ser transferidos de la madre al feto o al lactante.

En el año 2011 se dio a conocer un trabajo realizado conjuntamente por el CSIC, el Instituto Marques y la Universidad de la Coruña, en el que se analizaba la presencia de contaminantes disruptores endocrinos en la leche materna de un grupo seleccionado de 69 mujeres de Cataluña y de Galicia. Se analizaron 38 contaminantes, entre ellos bifenilos policlorados (PCB), pesticidas organoclorados, éteres bifenilos polibromados (PBDE) y perfluorados (PFC). De las muestras analizadas, sólo cuatro estaban libres de contaminantes, y en los cuatro casos se trataba de mujeres de entornos más rurales.

En humanos, apunta Eljarrat, “tenemos estos estudios de presencia de contaminantes en leche materna y algún que otro estudio en placenta. Pero la gran dificultad es poder tener acceso a otro tipo de tejidos humanos”. Por eso, los estudios con otros mamíferos es una opción que permite demostrar el comportamiento de los contaminantes, ver en qué órganos se acumulan más, y extrapolar esos resultados a los humanos.

En este caso, los científicos colaboran con biólogos de diferentes universidades, así como con entidades y organizaciones ecologistas como CIRCE (Conservación, Información y Estudio sobre cetáceos), que trabajan en la vigilancia y protección de cetáceos, lo que les permite disponer de muestras de cuerpos de mamíferos varados en las playas. Sin embargo, este tipo de muestreo es sesgado y no es representativo de las poblaciones, ya que se trata de animales que por algún motivo han terminado pereciendo. Por eso, se han desarrollado otros sistemas de muestreo de animales vivos, como las biopsias, que consisten en la obtención de una muestra muy pequeña de tejido mediante un pequeño pinchazo sin que el animal sufra. Este método de muestreo es válido gracias a la mejora de las técnicas de química analítica que permiten trabajar con niveles de contaminación muy inferiores a los de décadas atrás.

Plásticos y economía circular

Actualmente, otro gran problema ambiental es el de la contaminación por microplásticos y por los diferentes aditivos químicos asociados al plástico, como los plastificantes. “La contaminación plástica no es algo nuevo, pero se hizo más evidente hace unos años al detectarse la presencia de estos materiales dispersados por todos los mares del planeta”.

Un estudio dado a conocer en 2021 y realizado por el IDAEA-CSIC y la Universidad de Barcelona mostró por primera vez la acumulación de aditivos químicos asociados al plástico en tejidos musculares de tortugas marinas del Mediterráneo. Imagen: Ejemplar de tortuga boba (Caretta caretta) tras realizar la puesta en la playa (Luis Cardona)

Preocupan compuestos como el bisfenol A y los ftalatos, presentes en los plásticos. El primero fue prohibido en 2018 en cualquier envase alimentario para niños de 0 a 3 años. Pero sigue presente en otros productos. Estos dos compuestos tóxicos son los más estudiados, pero a lo largo de los últimos años se ha visto que son muchos otros los plastificantes los que también pueden generar un problema ambiental y de salud en los seres vivos.

Los plastificantes llegan al medio y pueden ser acumulados por los organismos. Un trabajo del IDAEA y del ICM confirmó por vez primera que los delfines acumulaban plastificantes organofosforados. Los resultados, publicados en 2019, mostraban que todos los delfines del estudio acumulaban esos contaminantes en todos los tejidos analizados (grasa, músculo, hígado y cerebro), con concentraciones similares a las que ya se habían visto con otros contaminantes legislados, como los PCB (bifenilos ploriclorados) o los PBDE (polibromodifenil éteres).

“Ahora que todos planteamos sistemas de reciclaje, hay que tener cuidado con los aditivos tóxicos, porque la utilización de material reciclado puede reintroducir dichos compuestos en el medio”

En otros estudios del IDAEA-CSIC se detectaron estos mismos plastificantes en diversos organismos marinos, en ballenas del Atlántico Norte (en 2020), en sardinas, anchoas y merluzas del Mediterráneo (en 2021), y en tortugas bobas de las costas catalana y balear (en 2021). ¿Qué hacer ante esta situación? ¿Bastaría con prohibir estos compuestos?

Aquí surge una nueva problemática relacionada con la economía circular, advierte Ethel Eljarrat. Y es que cuando se prohíbe un compuesto tóxico, “éste deja de aplicarse en los nuevos productos, pero el compuesto sigue estando presente en todos los materiales producidos con anterioridad y que aún no han llegado al final de su vida útil. Por eso, “ahora que todos planteamos sistemas de reciclaje, hay que tener cuidado con los aditivos tóxicos, porque la utilización de material reciclado puede reintroducir dichos compuestos en el medio”.

 

 

 

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